6/12/09

Trapecista mío.

Entrada ensimismada; poemita hondo de Pedro Salinas. Es la parte final del acto IV del "Inocente":

Tras de tanto buscarlo en lo profundo
me lo encontré en el cenit: mi inocente.
Cuerpo voltario, ingrávido
juglar, interminable juglaría
de su ser, por el aire, trapecista (...)

Ya di con mi inocente, no en la sombra.
A sus giros me vuelvo, como a guías
de afanes indecisos:
volatines que él traza por el aire
modelos pueden ser, que yo lo siga.
Y sus funambulismos, gracia pura,
invención sin misterio, allá en su cima
al llegar al nivel de las palabras,
se me vuelven a mí sabiduría.
con cada esguince de su leve cuerpo
alguna frase de su luz me dicta.
al escribirlas yo son ya penumbras,
luces mal traducidas.
La altura no se entiende. Inevitable
es, entre todas, esta lejanía,
vertical de lo bajo y de lo alto,
del sol y de la nieve que él inspira.
Así los dos, los fieles separados:
ni yo le llamo ni a subir me invita.
Dejarles allí, en su aire, no es el mío.
Nunca iniciar la burda tentativa
de volver a ser uno, de juntarnos.
Sueltos vivir, fatalmente perdidos,
sin, nunca más, perdernos ya de vista.
Sea nuestra unidad, tan alejados,
la obediencia a la ley que nos desliga.
Vislumbro salvación: es el respeto
al inocente mío, al trapecista;
guardar, guardar, acordes, la distancia
que al hombre le distingue de su sueño.
Al hombre, mientras viva.

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